Vísperas
del 2012, año profético si los hay, un mojón en el camino de los
buscadores de la verdad.
Entre el
cinismo, la manipulación y la cómoda realidad, transcurre la vida,
tal como se la conoce por los habitantes de gaia, una visión muy
parcial y reducida del vocablo que describe tal suceso.
La propia
incapacidad de percibir la realidad y el hecho de consensuarla,
nos aleja de comprender el proceso creativo.
La búsqueda
de explicaciones nos convirtió en catalagadores de cuanto
evento se manifieste.
Para ello
recurrimos a los conceptos que nos son familiares y a algunos
otros que dejamos para intereses trascendentales, como la
fe, Dios o la muerte.
Nos
ocupamos con ahinco de arremeter contra los misterios que ponen
en discusión las fronteras de nuestro mundo.
Surge
entonces la superstición, con un menú diverso de tesis, según las
facultades del observador.
Agoreros
de un conocimiento superior que mitigara la frustración
de tantos por qué y para qué sin resolver, nos segmentamos
por geografía, credo, raza, etc, y comenzamos una pugna
por la razón.
Mas no
conformes con ello, avasallamos con nuestra suspersticiosa
verdad y cultivamos el arte del convencimiento a través
de la conquista y la imposición.
Tiempo
atrás quedaron la sana curiosidad y el miedo a lo desconocido.
El poder
que otorga el dominio de los recursos y el conocimiento, se
encargó de forjar las elites y jerarquías sociales.
Sumado a
los objetivos originales, ahora las élites, promueven otros,
como lo son el ingresar en su propio grupo o grupos usando
como moneda la total sumisión o pérdida de criterio propio.
Solo los
herejes, dispersos por doquier, componen una resistencia, aunque
depende de ellos mismos el poder generar cambios al modelo
establecido.
Tanto el
poder como la resistencia, comparten la genética con todas sus
virtudes y defectos.
La
voluntad determinará cual fuerza prevalecerá, o como convivirán, y si este
escenario les permitirá alcanzar las metas trazadas desde
antaño.
La
debilidad de un poderoso, no se compara con el poder de un débil.
Mientras
el uno cimenta su fortaleza en la confianza, el otro no
es
conciente de la suya.
Ambos
estados pueden variar producto de la experiencia.
autor: Eduardo Guarise